lunes, 28 de enero de 2019

El código da Vinci, Dan Brown


Los sábados suelo pasarlos con mis padres, en la aldea. Ellos van hacia allá los viernes por la mañana y nosotros desde aquí los sábados por la mañana. Y volvemos el sábado después de comer.

Pues en diciembre, por causas climáticas, tuvimos que quedarnos a dormir, había un temporal importante y estaba bastante oscuro además, así que decidimos que era más prudente quedarnos hasta el domingo y salir por la mañana con mejor luz y posiblemente sin tanta lluvia ni viento.

Y así fue como me vi de nuevo en mi antigua habitación, aunque la verdad es que está bastante cambiada. Desapareció el enorme tablón de corcho con fotos y anotaciones, en lugar de una cama ahora hay dos, está todo más adornado (yo soy muy espartana en temas de decoración)... bueno, el caso es que ahí estaba yo en una de las dos camas a las diez de la noche y sin pizca de sueño.

Porque tengo que decirte que cuando estoy con mis padres vuelvo a tener siete años. No es que me ordenen lo que tengo o no tengo que comer, hacer o incluso pensar, es que ya directamente lo ponen por delante. Y acostarse a las diez es una hora muy adecuada para un sábado por la noche. Punto.

Ya sabes que desde hace más de tres años sufro insomnio, lo cual hace que normalmente me acueste alrededor de las dos de la mañana y si tengo suerte, consiga dormir unas cuatro o cinco horas, en dos veces. Imagina lo que fue para mí estar a las diez metida entre las sábanas....

Pero como ya dije, era mi antigua habitación. Y allá por donde paso, dejo libros. Así que me levanté, abrí el armario empotrado y ahí estaban las huellas de mi paso por la casa. Y cogí El código da Vinci.

Como lo había leído hacía ya bastante tiempo, lo disfruté bastante. No como la primera vez en que descubría los "secretos" de las obras de arte y estaba con el corazón en un piño pensando qué más le podía pasar al pobre Robert Langdon, pero sí lo suficiente para estar entretenida esa noche.

De hecho hace poco busqué la película protagonizada por Tom Hanks, pero la verdad es que me pareció bastante aburrida, para mi gusto le faltaba vida, ritmo, no sé.

Pues eso, si no lo has leído, tenlo en cuenta.

Tiburón, Peter Benchley


A ver, como casi siempre esto tiene una historia detrás. Hace bastantes meses leí Meg, de Steve Alten. Supongo que ya sabes, el Megalodón que sube a la superficie y se merienda todo. Hace poco vi la película. Normalmente no la hubiera visto tras leer el libro, pero la protagonizaba Jason Statham y esas son palabras mayores.

La película es aún más horrible de lo que esperaba. No se parece prácticamente en nada a la novela, salvo que hay un bicho enorme comiendo gente, barcos y lo que se le ponga por delante.

Aprovecho para decir que la novela está entretenida, no marcará la vida de nadie pero es la típica que te hace pasar una tarde o bien en plan manta y novela o bien en plan tirada al sol y novela. De ese tipo, ya sabes.

Y si me conoces un poquito, ya sabes que hice hace un par de años una maratón de tiburones. Documentales, películas y demás sobre esos animales.

Así que cada vez que veía este título, pasaba de largo. Hasta que el otro día me puse a lo tonto a verlo y lo leí del tirón.

Creo que lo hice así más que nada por la diferencia que había con la película. Todos los personajes estaban cambiados en cuanto a personalidad se refiere. Y las relaciones entre ellos no eran las que aparecen en la película, sino más oscuras y tormentosas. Líos políticos e incluso presuntos tratos con la mafia, infidelidades, arrepentimientos, etc. La verdad es que en la novela lo de menos es el tiburón, lo cual es otra de las cosas que cambiaron en la película (afortunadamente).

Si hubieran adaptado la novela tal cual, habría salido una de las películas que yo defino como de televisión un domingo por la tarde. Así que te recomiendo que, si la lees, lo hagas olvidando la famosísima película. Aunque si no lo haces tampoco te vas a perder gran cosa.

sábado, 12 de enero de 2019

Para Isi

Marie Kondo en Galicia no tiene mucho que hacer, no.


¿Tirar con lo qué, hijita?

Ahora no tanto como antes, pero si se da una vuelta por el rural gallego se verá cómo se recicla casi todo. Es muy habitual ver somieres transformados en puertas para gallineros o similar. Ollas viejas o llantas rotas reconvertidas en macetas o en puntos para delimitar parcelas. Cosas así.

Así que en la viñeta, Marie se encuentra con que no hay nada para tirar o de lo que deshacerse, pues todo sirve para algo :)

viernes, 4 de enero de 2019

Regalo inesperado


Estos días tenía previstas muchas cosas: leer varios libros, ver montones de películas y series y, sobre todo, escribir. Pero el destino en forma de averías mecánicas y supercatarro se cruzó y cambió esos planes. Mantita y cosas leves.

Pero ayer tuve un regalo inesperado y quería contarlo. Como siempre, tengo que dar alguna vuelta antes de ir al centro de la cuestión, si no, no sería yo.

El 1 de marzo hará tres años de su muerte. En este tiempo creí haber pasado el dolor, me di cuenta de que no era así y, finalmente, lo superé. Todos esos recuerdos que antes me hacían llorar, me hacen sonreír y ahora en lugar de pensar en lo que perdimos, recuerdo lo que vivimos. Aún hay momentos tristes, pero cada vez menos.

Cuando él murió, me dijeron que durante un tiempo sería normal verle o escucharle como si aún viviera. Y me aferré a eso, deseando que sucediera, quería volver a verle aunque fuera "de mentira". Pero no sucedió. Lo que sí pasó, meses después de su muerte, fue que una noche, estando como ahora, ante la pantalla del ordenador, le olí. Y durante unos segundos olvidé que había muerto y pensé "oh, ¿qué tengo para hacerle la cena?". Y mientras lo pensaba, me giraba sonriendo feliz. Cuando vi que no había nadie, dejé de sonreír y dejé de olerle.

Así que a la noche siguiente, cuando volvió a pasar lo mismo, en lugar de girarme, me estuve quieta, conteniendo la respiración, sintiendo ese olor tan suyo acercándose, deseando que llegara y sentirle a mi lado.Pero eso tampoco sucedió. Cuando parecía estar a punto de rozarme, se disipó y no volví a sentir nunca nada parecido.... hasta ayer.

`La situación era la misma: yo, ante el ordenador. Y su olor apareciendo de repente. Y me sentí muy feliz. No esperé que se acercara ni que algo o alguien me rozara o tener una visión. Simplemente respiré su olor durante unos segundos, sintiéndome bien.

Sé que nada de esto es real, que son jugarretas del subconsciente o inconsciente o lo que sea, los recuerdos, los sentimientos y las sensaciones se amalgaman para crear una fantasía que tal vez necesitemos. Pero, ¿sabes? Para mí fue un regalo. Me da igual su origen o naturaleza.


Y a ver si a partir de ahora, a medida que los virus estos me vayan abandonando, escribo un poco más. Que me apetece.